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¿Cuánto importan las faltas?

Publicado, 03-05-2018

La mayoría de nosotros traemos desde la escuela la noción de que faltar a una clase “está mal”. Tenemos ese concepto incorporado, y si faltamos solemos sentir que tenemos que dar una explicación e incluso pensamos que el profesor nos puede llegar a reprender de alguna manera.

¿Cuánto importan las faltas?
Pero ahora que estamos en la Universidad, ya es hora de ir desmitificando esa idea y re-pensando el concepto de las faltas.

En la Universidad no nos piden justificaciones. Nos dan un límite de faltas y nosotros las usamos como queremos. Sabemos que, mientras no nos pasemos de ese límite, no habrá problemas. Al principio parece simple: si al comienzo del semestre nos apuramos a usar todas las faltas, sabemos que tendremos que estar presentes en todas las clases que nos quedan hasta el final del semestre; si, por el contrario, no nos perdimos ninguna clase en el transcurso del semestre, podemos darnos el lujo de “terminarlo” antes, usando esas faltas en las últimas 2 o 3 semanas de clases, que pueden ser cruciales para la preparación de un examen.

Administrar las faltas es en realidad bastante más complejo que eso: todos los que somos estudiantes universitarios alguna vez hemos tenido que faltar a alguna clase (seguramente nos ha pasado más de una vez) y por eso sabemos que algunas cuestan más que otras. En materias prácticas, como matemáticas, faltar a una clase o incluso llegar 15 minutos tarde puede generar un vacío importante en la comprensión de un tema, haciendo que luego la puesta al día sea más difícil. En materias más teóricas, donde la clase consiste básicamente en escuchar hablar al profesor, sin trabajos prácticos ni grupales, la falta es fácilmente solucionable leyendo lo que está en el libro y a veces incluso basta con pedirle los apuntes a algún compañero.

Todos aprendemos de formas distintas y a ritmos distintos. Por más que a algunos les guste asistir a clase, no solo porque les interesan los temas a tratar sino por la experiencia de estar ahí (escuchar, aprender, intercambiar opiniones con compañeros de clases y entablar una relación con ellos), lo cierto es que otros prefieren ‘perderse’ estos aspectos de la vida universitaria por la quietud y el silencio de una lectura en la comodidad de sus casas, a la hora que más les convenga.

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